Fernando Vila (Daniel Faraldo) vive en Lleida, es abogado especializado en extranjería e inmigración. Zita Krasniqi (Klaudia Dudová) es una mujer de Kosovo, llegó a España para optar a una vida mejor, vida que la ha llevado a la prostitución, prostitución que la ha llevado a la detención, detención que la ha llevado a un centro de internamiento de extranjeros y centro que la ha llevado a la muerte. Muerte que según el director del centro fue ‘suicidio’ y según su abogado asesinato. Abogado, Fernando Vila (Daniel Faraldo) que descubrirá la trama detrás de la muerte de Zita. Trama que descubre que la única mujer ilegal es aquella que crea el Estado para su propio interés.
Interés que diferencia entre una vida digna o no para con el poder de unxs sobre otrxs. Poder que, como médico, le asegura a Rosa (Montse Germán) una supervivencia de unos meses de más debido al cáncer que se le ha reproducido nuevamente. Cáncer que la lleva, en una cena junto a su marido Fernando (Daniel Faraldo) a frenar, a no seguir, a no continuar, a no pasar por más quimioterapias, a querer terminar su vida muriendo dignamente.
Muertes que, desde el otro lado del mar mediterráneo, desde el norte de África, suceden a menudo y las pocas vidas que consiguen pisar tierra lo hacen en aras de una esclavitud anclada en su cuerpo como mercancía capitalista, como Juliet Okoro (Yolanda Sey). Anclada en la dominación del uso de su persona como arma del Estado para controlarla, tanto institucionalmente como ‘ser inexistente’. Persona, al fin y al cabo, que se le reniega del papel de persona; de dignidad; de la búsqueda de una vida honesta.
Ramón Térmens nos muestra la vida y la muerte en un territorio que, aunque dicen que es ‘de alguien’, no pertenece a nada ni nadie. Un territorio vacío de significado para con las personas en las que estas mismas son avasalladas por sus contrariedades. Contrariedades que les son creadas por organismos ajenos, y unos organismos que exprimen la vida —como la de Juliet Okoro (Yolanda Sey)— o la muerte —como la de Rosa (Montse Germán)— arrebatándole lo que nos humaniza: la dignidad.
‘La dona il·legal’ es un alabanza a la dignidad que toda persona merece y que, por sistema, se empeñan en arrebatarnos.