’THE FUNERAL’ O CÓMO CONSUMIRSE EN VIDA

Un pueblo remoto de Turquía. Cemal (Ahmed Rifat Sungar) trabaja como conductor de coches fúnebres. La vida transcurre sin un qué, sin motivo. Sin más, un día le encargan devolver el cuerpo de una joven brutalmente asesinada a su familia, que vive en un pueblo lejano. Haciendo camino, parado en un hostal de carretera, oye unos gemidos extraños que provienen del maletero de su furgoneta. La joven, sin pulso, vuelve a la vida. Sin mediar palabra, Cemal es seducido por la no-muerta, llegando a cometer asesinatos para mantenerla a su lado, para alimentarla.

Un alimento que le cuesta casi la vida, que lo consume. Lo consume hasta dejarse devorar, hasta terminar con la poca conexión que tenía con el mundo de los vivos.

La espiral a la que se ve inmerso Cemal muestra el modo en que consumimos a las personas como un ente mercantil más, haciendo un paralelismo de quién es, en esta historia, realmente el muerto: ella, que consume a las personas por necesidad biológica, o él, que las consume por un interés privado y egoísta, dando lugar a un aislamiento social y alienación que, contra la naturaleza social de las personas, nos viene impuesta por un sistema individualizador y aislante per se.

Orçun Behram realiza un film pausado y de alto significado con el consumo y la mercantilización de las personas. En una sociedad como la que muestra, la supervivencia, de algún modo, nos precede ante la vida y la muerte, dando un uso de la persona —con unx mismx pero también con lxs demxs— que nos lleva a una autodestrucción guiada por el aislamiento y el individualismo imperante. Y la idea más fuerte es que estos dos conceptos tomamos apreciación de ellos desde un punto de vista comunal, como se puede ver en el final de la obra audiovisual de Behram.

Deja un comentario