Vicaria (Laya DeLeon Hayes) es una adolescente de 16 años brillante. Le apasionan la química, la biología, tiene ingenio, ayuda a lxs niñxs de su barrio a repasar las materias escolares y echa una mano en casa ya que su padre trabaja día y noche. Atormentada por la muerte prematura de su madre y la violenta muerte de su hermano Chris (Edem Atsu-Swanzy),se convence de que la muerte es una enfermedad y que, como enfermedad, tiene que existir una cura. Obsesionada por ese razonamiento, y con un trasfondo de rabia por la pérdida de sus familiares, decide probar de devolverle la vida a su hermano. Un experimento científico del que no es capaz de ver las consecuencias que acarreará. ‘The angry black girl and her monster’ es la obsesión derivada de las pérdidas vitales.
Obsesión que, devuelto Chris a la vida, no consigue disolver el luto de Vicaria. Un luto que, en el barrio periferico en el que vive, se extiende entre sus vecinxs, ya que las bandas afroamericanas que se dedican a la venta de drogas gobiernan el barrio.
Un barrio que llamará a Chris monstruo. Un monstruo que provocará una muerte que conllevará una escalada de violencia. Una violencia, infringida por el monstruo, y consensuada socialmente por dicho apelativo. Un apelativo que sólo Jada (Amani Summer) sabe que es una falacia.
Bomani J. Story sitúa el mito de Frankenstein en la contemporaneidad para hablarnos del racismo dentro de la comunidad afroamericana en Estados Unidos. Y lo hace mostrando todas las capas de éste: desde la escuela —esa profesora racista— hasta el vecindario —la sublevación de unxs frente a otrxs—, desde la delimitación territorial hasta la violencia policial.
‘The angry black girl and her monster’ es la muerte como enfermedad social provocada por un sistema racista.
