Hacer de conejillo de Indias en un ensayo clínico para la impotencia sexual de unos hombres que habitan en Swansea, Gales. Año 1994. Todos tienen en común la diabetes, la disfunción eréctil y una relación con sus genitales que afectan a sus parejas, su autoestima y su modo de enfrentar su contexto particular. También tienen en común que no hablan del tema. Les invade una especie de vergüenza, hasta que entran a formar parte del ensayo clínico que dará paso a lo que hoy en día es la viagra. Un ensayo que más que convertirlos en ‘hombres duros’, les pone frente a su realidad. Realidad que deciden compartir, salvándoles de sus propios prejuicios incrustados.
Ashley Way en la dirección y Matthew Barry en el guión, elaboran un telefilm ligero de ver y, a la vez, con una profundidad en cada situación donde cuatro hombres adultos que sufren impotencia eréctil se van quitando capas para, al final, descubrirse.
Un descubrimiento que hacen cada uno en el compartir donde la genitalidad se va descentralizando para, poco a poco, pasar a lo que es importante en la vida para ellos. Una vida que habían descuidado, precisamente, por centrar la genitalidad.
‘Hombres duros’ nos muestra la construcción impuesta por la sociedad de una cierta masculinidad que, en aras de lo individual, hay que deconstruir poco a poco para dar paso a relaciones sanas con unx mismx y, en mayor ultranza, unas relaciones sociales mejores, siempre partiendo de aquello sincero.
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