’PRESENCE’ O CÓMO CONVERGEN LOS TIEMPOS EN UN ESPACIO

Habitar un espacio, cubrir un tiempo, definir una mirada. Una mirada que se entrelaza, precisamente, en unos espacios temporales distintos pero físicamente en la misma dimensión. Chloé Blu (Callina Liang) lo experimenta cuando, debido a la muerte por sobredosis de una de sus mejores amigas, sus padres deciden mudarse de barrio a una casa nueva. Una casa donde, al poco de habitarla, se dan cuenta que hay una presencia. ‘Presence’ que hará de nexo, de unión, de definición, de reparación, de descubrimiento.

Un descubrimiento que siempre presenta a la muerte como algo vecino, que se institucionaliza en nuestra vida pero que no acabamos de lidiar con ella. Un ente, la muerte, que no le otorgamos presencia hasta que, poco a poco, le abrimos camino a ella. Un camino en el que la familia se va iluminando conforme el metraje va avanzando jugando, precisamente, con lo temporal.

Una temporalidad que afecta de lleno al espectadorx ya que Steven Soderbergh decide escribir -jugando con la perspectiva y el gran angular- desde nuestra mirada. Pero también la escribe desde otros lugares, desde otros fantasmas.

Unos fantasmas que nos persiguen a todxs, que se muestran en nuestra tristeza derivada de los seres queridos que ya no se encuentran aquí, en nuestra misma dimensión temporal. Fantasmas que, en últimas, son el resultado de los actos de los vivos.

‘Presence’ es tradicional en su forma y argumento. Lo extraordinario que reside en ella es la mirada, la nuestra, que nos muestra otros detalles de la apreciación que elaboramos sobre la realidad, del tiempo y de la presencia que supone la muerte en nuestras vidas. Nos muestra otros fantasmas: los nuestros, y cómo nos acercamos a ellos. Unos fantasmas que no siempre estamos dispuestxs a afrontar y, en consecuencia, a lidiar con ellxs.

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