Con conciencia. Aquello que más falta estos días. Miss Novak (Mia Wasikowska) sabe el poder de vislumbrarla. Sobre todo en las generaciones venideras. Por su método de aproximación consciente al entorno a través de la alimentación, Miss Novak empieza a trabajar en un reputado instituto donde lxs hijxs de las elites estudian. Allí funda el ‘Club zero’. Un club donde, a través de la alimentación consciente, se toma cura de unx mismx, del entorno, del respeto hacia los demás y la fe. Una fe que acaba por engullir a sus alumnxs. Fe y consciencia que, crecida en el capitalismo neoliberal, adopta las mismas formas, la misma falta de conciencia.
Una falta de conciencia que se va componiendo en pantalla conforme pasan los minutos del film para construir una fe en aquello vacuo pero que, en últimas, son los pilares del discurso neocapitalista actual, incluso como contraposición a éste.
Es en esa contraposición donde los conceptos prenden más importancia en la última película de Jessica Hausner: conciencia y fe. Conciencia como aquel recurso discursivo pero del que carecemos en la vida práctica. Y fe como aquel constructo de tintes cristianos, cuando lo que nos llega son mentiras que se vuelven verdad y verdades como mentiras a pares.
‘Club zero’, en el fondo, muestra el poder de las ideas, la ansiedad que, una vez insertadas en nosotrxs nos provocan, y un futuro que, para las próximas generaciones, acaece como una combinación extrañamente peligrosa —incluso la madre de Elsa (Elsa Zylberstein) duda de si no tendrá razón Miss Novak con su ‘innovador’ método—.
Aunque el perfeccionismo dentro del fotograma pueda recordar a Wes Anderson —a pinceladas—, su propuesta argumental es elegante y transgresora a la vez que actual. Y, además, tiene una de las mejores escenas tanto discursivas como audiovisuales.
Con ‘Club zero’ el mensaje de Jessica Hausner es claro: morir, como humanidad, es la única solución viable para salvaguardar el planeta.

