La vida son accidentes. Accidentes imprevistos, que nos descolocan y nos modifican. Como el que tiene Arturo (Martín Shanly) de camino a la boda de su amiga Daphne (Camila Dougall). Una amiga que le dice la verdad, son sincerxs entre ellxs, pero que hace algún tiempo que no hablan por, claro está, dicha sinceridad. Dicho accidente, el que succede camino a la boda, lleva a Arturo al pasado, a rememorar viejos acontecimientos, viejos accidentes que, en el ahora, han modificado su vida. Una vida que, como vemos en este film-diario, tiene de todo y de nada, llena de contradicciones y, sobre todo, llena de una vacuidad que, justamente, la llena de significado. ‘Arturo a los 30’, a los 50 e incluso a los 60, siempre con la misma sensación.
Una sensación que pasa por el poco control que tenemos de lo cotidiano. Una cotidianidad que nos arrastra en un loop mecanizado y, alguna que otra vez, incluso ridículo. Ridículo cuando tu hermana menor te ve como un anexo, la novia de tu hermano fallecido te ve como un simple sujeto de una obra teatral o cuando el personal de seguridad de una urbanización de lujo ni te mira a la cara. Un ridículo que acaba floreciendo en el accidente que es la boda de una de tus mejores amigas.
Boda que surge como resumen de tu vida, con sus tropiezos, con sus (re)encuentros, con amistades pasadas que se vuelven presentes y que traen remembranzas de tu viaje al sur, encuentros con tu exnovio y, en definitiva, una exposición que no has buscado. Una indiferencia que nubla tu vida.
Martín Shanly realiza un diario audiovisual donde muestra las contradicciones contemporáneas que nos atraviesan. Desde el amor romántico hasta el descubrimiento de nuestra identidad, pasando por la imposibilidad de nuestras relaciones como seres sociales. Y el director lo hace de forma amena, mostrándonos los capítulos de un diario desordenado pero bastante honrado, precisamente, con dichas contradicciones.

