La imposibilidad de las palabras, de aquello que se nombra, de aquello que no deja de existir porque no se nombre. La enfermedad terminal de Claudia (Ángela Molina) es nombrada, no así su final que sus familiares rehusan nombrarlo. Un final que no pretende esquivar, más bien modificarlo. La forma es lo que, junto a su marido Flavio (Alfredo Castro), intentan moldear. Un molde inusual que los llevará a confrontarse con sus familiares más cercanos, al poder de decisión de una vida pero también de la propia finalización de ésta. Un camino que tiene punto de partida y de llegada. Un camino que, pese a los contratiempos, a las derivas, es necesario sonreírle, bailarlo. ‘Polvo serán’ pero, mientras tanto, disfrutemos de este lapso de tiempo que es la vida.
Una vida, la de Claudia (Ángela Molina), dedicada al teatro, a la interpretación, a expresarse de otros modos. Unos modos que conectan con Flavio (Alfredo Castro), ya que ha dirigido teatro durante toda su vida. Unos códigos que comparten y que, en el momento presente, se entrecruzan entre entendimientos y desavenencias. Unos códigos que quizás con la música, con el baile, la sincronicidad de sus cuerpos, puedan reconectar. Una materialidad, unos cuerpos caducos. Una finitud que duele, que alivia y que preocupa.
Preocupa a lxs hijxs, que no son capaces de empatizar con la madre y entender al padre en la forma que quieren acabar con su finitud. Les preocupa el después de ellos y les preocupa no entender los códigos finales de sus progenitores.
Carlos Marqués-Marcet elabora un film singular donde los códigos van más allá de la palabra, más allá de lo que se puede nombrar. Nos plantea el cómo y el cuando de nuestra muerte cuando nuestra vida no es soportable -o sabemos que en un futuro próximo no lo será- pero también nos habla de las personas que permanecemos aquí, en este plano, porque nuestra finitud no ha llegado aún: cómo planteamos la finitud de lxs otrxs, la nuestra propia y convivimos con lxs que no están. Un elemento, dicha finitud, común en todo ser viviente de la que el ser humano tiene, aún, una conversación pendiente.

