’LA SEMILLA DE LA HIGUERA SAGRADA’ O CÓMO LO POLÍTICO INVADE LA INDIVIDUALIDAD

Mientras en Teherán se desarrollan las protestas de las mujeres contra un régimen teocrático que acaba de asesinar a una de ellas por no llevar velo, Iman (Missagh Zareh) es ascendido a juez de instrucción. Mientras la situación escala en el país, su familia se ve cada vez más cerca del peligro. Un peligro que viene bien desde dentro, desde cuando Iman adquiere una pistola para protegerse, desde unas autoridades que aplacan el individuo. Lo que no sabe Iman, ni las autoridades, ni los que dirigen la teocracia es que la semilla ya está plantada, ya esta germinando. Y como ‘la semilla de la higuera sagrada’, una vez germina, ya no hay vuelta atrás.

Una semilla germinada en sus dos hijas, Rezvan (Mahsa Rostami) y Sana (Setareh Maleki), que ven cómo lo público invade lo privado y lo privado como se difumina en lo público. Y lo ven desde las redes sociales, desde una madre (Soheila Golestani) que acaba viendo como lo público ha gobernado su privacidad, desde una compañera de la universidad que acaba siendo víctima de un sistema opresivo, desde un padre que, al final, es quien a traído la gobernanza irracional pública al ámbito privado de su hogar hasta consecuencias extremas.

La última película de Mohammad Rasoulof nos muestra el modo en que el régimen teocrático de Irán se introduce en lo privado, en el ámbito familiar, en las personas. Y lo hace de un modo lento, donde lx espectadorx va adentrándose en éste con los cuatro puntos de vista de los familiares. Unos familiares que vemos el modo en el que van perfilando sus posicionamientos. Unos posicionamientos configurados, en dicho contexto, por lo establecido y lo revolucionario, por lo exterior y lo interior, y por las creencias y las verdades experienciadas.

‘La semilla de la higuera sagrada’, con unas imágenes que permanecen en la retina, muestra que lo personal siempre es político.

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