Todo espacio intervenido por el hombre contemporáneo, es espacio politizado. Una avenida que separa el centro del margen. La construcción del espacio urbano es, per se, discriminatorio. No el uso público que se hace de él, sino la construcción e intención política que alberga desde su idealización institucional. Una idealización que lo condena a los bordes, a separar lo céntrico de lo marginal, lo aceptado de lo rechazado, lo que se puede ver de lo invisibilizado. Una invisibilización que Luciano Arruga sufrió en el cruce entre la avenida General Paz y Mosconi. Una invisibilización realizada por la policía y ocultada por el Estado. Un relato, contado por la madre del adolescente desaparecido, del modo en que el espacio politizado dictamina nuestras vidas y controla nuestros entornos. Un documento visual de barbarie que, en el fondo, nos dice como es ‘todo documento de civilización’.
Un documento visual que evoca lo fantasmagórico de dicha intersección en los márgenes de la ciudad de Buenos Aires. Una intersección que cruzan las personas para ir al centro a trabajar. Una intersección como espacio delimitante que sirve, a la vez, de protesta, de reivindicación, de cómo el margen, aunque relegado a éste, es el centro de muchas personas. Unas personas delimitadas por la politización del espacio que, para el Estado, les sirve como chivo expiatorio de un sistema democrático que se alimenta, precisamente, de dichos márgenes y las personas que lo habitan.
Tatiana Mazú González elabora un documento de la barbarie en la supuesta civilización. Y lo hace con la intersección de tres relatos. El primero la ciencia ficción descrita por Julio Verne en sus libros. La segunda con la construcción político-espacial de su barrio Lomas del Mirador. Y la tercera con la desaparición de Luciano Arruga. Tres relatos entrecruzados que construyen una visión de los márgenes como espacios de resistencia no contra el centro, sino contra la politización del espacio urbano y las consecuencias de ésta.
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