La profundidad de la noche, de lo externo. Kattalin (Yune Nogueiras) se adentra en ella. Se adentra en la noche dejando el interior de su caserío. Un caserío donde la fuerza de su marido la oprime. Unas fuerzas que, entre las criaturas de la noche, sabrá revertir para ponerlas en su favor. Un reverso no sin antes tener que transformar(se) en aquello que le aterra, en aquello que es. Una ‘Gaua’, la del siglo XVII, transformadora, liberadora, donde lo extraño se vuelve símil, donde lo externo invade lo interno, donde la debilidad se vuelve fuerza.
Una noche y sus criaturas que dibujan los límites de lo transformativo de nuestras propias creencias y, a la vez, expresan una liberación sobre el entendimiento de nuestro entorno. Un entorno dividido entre aquello interno y externo. Un interior donde la persona se ve subyugada a fuerzas externas opresoras y un externo donde dichas fuerzas opresoras se vuelven aliadas del propio individuo. La noche es capaz de transformar, ritualmente, estos parámetros. Es un rito de paso transformador, donde la mitología nos explica y nos entiende. Quizás, mejor que el día.
Paul Urkijo Alijo realiza un film-breviario de mitología euskaldún donde nos dibuja la noche como aquel espacio transformador. Un espacio donde se reúnen bestias, seres mitológicos y personas para convertir lo interno, para adueñarse de aquello externo. Y lo hace con un crisol de historias conectadas por Kattalin, donde la debilidad que otorga lo exterior se vuelve fuerza cuando la interiorizamos. Una fuerza temida pero bella de observar, donde en cada fotograma encontramos temor en la profundidad de la noche y, a la vez, liberación.
‘Gaua’ es ese espacio relacional, ese rito de paso, donde lo externo y lo interno se relacionan para llevarnos a una transformación. Transformación que se produce entre entorno e individuo.

