Las creencias son entes limitantes que nos llevan a lugares libidinales. Lugares donde nuestras pulsiones se ven arrastradas a habitar lo terrenal, lo palpable, junto a lo idealizado, lo abstracto. Astrid (Coralina Cataldi-Tassoni), después del fallecimiento de su hijo Daniel (Pasquale Moschella), se sitúa en esas: se sitúa entre lo divino y lo terrenal, aislada de su contexto. Un contexto que lo rellena ella con santos. Unos santos que, en su devoción, creerá que le devolverán a su hijo. Un entrelazado de planos donde ‘Astrid’s saints’ no son capaces de corresponderla, dando lugar a un duelo conjunto e individualizado a la vez. Dando lugar a los límites de nuestras creencias y la transgresión que supone ponerlas en relación con nosotras mismas.
Mariano Baino y Coralina Cataldi-Tassoni realizan un guión donde el límite de la realidad, por mucho que queramos, no podemos sobrepasarlo con nuestras creencias, y el dolor que genera dicha imposibilidad. Una imposibilidad que, en la película, se ve narrada no por aquello que vemos sino por aquello que oímos. Y lo oímos como entes existentes en el espacio-tiempo. Un espacio-tiempo que, como Astrid, llenamos de significado con nuestras propias creencias, las cuales hacen que se vacíe cualquier depósito de significado real que podamos extraer de, propiamente, dicho espacio-tiempo.
‘Astrid’s saints’ es un film de aproximación difícil, donde el diseño de sonido es parte fundamental de la narración no sólo para entender a Astrid, sino para entender aquello que se le escapa a ella, aquello que está fuera del límite que sus propias creencias reconfortantes le imponen. Una imposición que, al final, la desarma.

