‘STROSZEK’ O CÓMO EL SUEÑO AMERICANO NOS PREDETERMINA

El círculo sin fin. Salir de la cárcel y lo primero tomarse una cerveza. Cerveza que, en exceso, lo llevó a entrar en la cárcel. Bruno (Bruno S.), fuera de ella, es advertido de que su ingesta es la que lo podría regresar de nuevo. Regreso que, viendo que en Berlín tocando el acordeón no puede ganarse la vida, decide migrar a Wisconsin para cumplir con el sueño americano. Un sueño que completará con su reciente amiga Eva (Eva Mattes), que se dedica a la prostitución, y su vecino Scheitz (Clemens Scheitz). Sueño empujado por la paliza que reciben de los chulos de Eva él y ella, y que los volcaran en una búsqueda infinita donde la conquista de lo inútil es su guía. Bruno Stroszek es aquello sin sentido. 

La inercia de aquello que nos rodea. Unas acciones precedidas por aquellas personas que nos rodean sin cuestionarnos el porqué o, al menos, sin cuestionarnos a nosotrxs mismxs. Un sentido que preferimos no darnos con tal de priorizar el fin antes que el medio.

Unos medios que cambiándonos a nosotrxs espacialmente no prometen que se desarrollen más. Así, en Wisconsin, Bruno (Bruno S.), Eva (Eva Mattes) y Scheitz (Clemens Scheitz) consiguen casa, trabajo y televisor pero no consiguen pagarlo. Consiguen aquella supuesta felicidad pero esta se desvanece tristemente cuando falta aquello material. Igual en Berlín, donde se ven sometidos a aquello rutinario donde el fin prima antes del modo; del cómo.

Un fin, el sueño americano, que no dispone de ningún medio ya que su existencia como ente es inexistente: sólo en el imaginario colectivo donde contínuamente se reformula para su propia supervivencia. Una supervivencia que pertenece más al ámbito del entretenimiento para, así, aplacar aquello aplastante de lo rutinario; lo repetitivo. Así, en Wisconsin o Berlín, los tres personajes vuelven a aquello que la propia repetición de la acción les ha integrado, a la fuerza, en su ser. 

Werner Herzog presenta un film divertido y, a la vez, triste donde podemos ver que el sueño americano está estrechamente relacionado con la presunción de que, como seres humanos, estamos predestinados.  

‘Stroszek’ es la relación, contradictoria,  entre lo dictaminado, lo preestablecido y la autosuficiencia, nuestra voluntad como personas. 

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