Presente y ausente. Una imagen cinematográfica vale más que mil palabras. Y lo que se queda fuera del frame vale otras mil o más. Las intenciones de las directoras y directores de cine es mostrar lo que se requiere para el entendimiento, o no, de la ‘cine-literatura’. Entendimiento que, por otro lado, tiene que darse en el ojo que ve, en lo que hay delante de la pantalla, en el espectadorx.
Un vigilante de seguridad (Pablo Rosal) asegurando el buen funcionamiento de una nave industrial abandonada. Un mecanismo repetitivo, su trabajo, que lleva a cabo día tras día hasta que nota la presencia de algo extraño, ajeno a él pero presente, que no puede ver pero él sabe que le persigue. Un ojo que todo lo ve sin ser visto. ‘Un trabajo y una película’.
El Espectador es aquella persona que asiste a un espectáculo público. Dicha definición contiene la «presencia» del espectador pero no la implicación que le supone el «estar ahí”.
La reformulación de dicho concepto es vital para entender qué es el espectador hoy en día, y qué nos supone interpretar dicho papel cuando presenciamos un hecho fílmico. Derivado del contexto actual donde la tecnología, la deslocalización de la pantalla, la reconfiguración del esquema de los gustos de Bourdieu y las tipologías de relaciones para con el cine, el nuevo espectador es aquel que asiste a un espectáculo, ya sea público o no, y que se implica, ya sea consciente o inconscientemente.
Las imágenes tienen un componente inserto de poder social/psicológico por ellas mismas. Éstas reproducen ciertos clichés sociales los cuales el espectadorx los infiere dentro de su campo semiótico y su «estilo de vida». Aquí, el «principio de asociación de ideas» es fundamental para entender nuestras relaciones con las imágenes, pues éste viene a significar la relación de lo fílmico con lo metafílmico. Es decir, la influencia, en una relación de reciprocidad, entre el espectador y su persona y, en última instancia, la relación empática o antipática que éste crea con el hecho fílmico y cómo lo extrapola más allá de la pantalla.
Esto conlleva que el cine sea una experiencia individual vivida de forma colectiva ya que el cine va dirigido, usualmente, a una gran cantidad de espectadores. Aquí, influye mucho en la percepción de las imágenes el contexto en el cual el espectador se relaciona con lo fílmico; la educación que ha tenido con lo visual dentro, eso sí, de una sociedad tremendamente visual y estética.
‘Un trabajo y una película’ es precisamente eso: un trabajo y una película frente al espectadorx. un ejercicio audiovisual que nos pone en jaque en cuanto a nuestra relación con la pantalla y, por ende, lo que queda fuera de ella. Nos pregunta qué papel, como espectadorxs, tenemos y, también, cuál nos otorgamos y desde dónde. Xavier Martínez-Soler nos deslocaliza para volvernos a localizar en lo fílmico: un paso trascendental para todo espectadorx.