1921. Isla de Sálvora, Galicia. El vapor Santa Isabel no llega a Buenos aires, su destino. Se hunde en las rudas costas justo el día de año nuevo dejando 260 náufragos. María (Nerea Barros), Josefa (Victoria Teijeiro) y Cipriana (Ana Oca) que residen en dicha isla, se echan a la mar a rescatarlxs de oído porque la densa niebla no las deja ver. Consiguen salvar a 48 personas, las demás van apareciendo muertas y mutiladas. León (Dario Grandinetti) periodista, se acerca a la isla de Sálvora para informar del suceso del Santa Isabel. Un suceso que lo llevará a un encadenamiento de coincidencias, o de mentiras, o a una aldea de apenas 60 personas situada en una isla llena de mentiras.
Mentiras que permiten el aislamiento y la subordinación de lxs habitantes de la Isla de Sálvora a su diputado, su terrateniente. Terrateniente que los utiliza como siervos pero también como animales de exhibición. Exhibición de María (Nerea Barros), Josefa (Victoria Teijeiro) y Cipriana (Ana Oca) como las mujeres que se echaron a la mar a rescatar a las personas naufragadas. Exhibición que las llevará, tras las indagaciones de León (Darío Grandinetti) y el reconocimiento de la diputación, a ser sospechosas de la desaparición del guarda de la isla así como del robo y las mutilaciones que han sufrido los cadáveres del naufragio.
Mutilaciones que el sistema gallego dejó en entrever al cargar el peso social en tres mujeres que se echaron a la mar a rescatar a las personas porque es lo que se tenía que hacer, afirman. Un deber que a veces se ve distorsionado porque el faro que nos guía a todxs se ve difuminado o, en un sistema mutilado, alguien lo apaga por unos momentos. Momentos que la rudeza de la naturaleza parece que nos acaricia suavemente mientras lo salvaje que hay en las personas nos golpea sin piedad.
La ópera prima de Paula Cons nos trae al presente un naufragio que tuvo gran impacto en la sociedad de la época pero que fue olvidado con el tiempo. Nos trae una película llena de imágenes relajantes de la costa gallega en contraste con la rudeza humana de la época. Un ambiente de represión y supervivencia bañados por unas actuaciones sublimes, como el gesto de Nerea Barros, capaz de sintetizar la esencia de la película en la gesticulación facial.
‘La isla de las mentiras’ es una historia muy bien narrada, tanto auditivamente como visualmente, que nos recordará, como decía Rousseau, que ‘el hombre es un lobo para el hombre’. Lo que Paula Cons aporta con su historia y que Rousseau no tuvo en cuenta es el gran papel de la mujer, precisamente de tres —María (Nerea Barros), Josefa (Victoria Teijeiro) y Cipriana (Ana Oca)—.