Mejorar. Siempre buscamos el avance en nuestras vidas. Vidas, por otro lado, marcadas por el trabajo como aquello que, desgraciadamente, más nos define. Nina Wu (Ke-Xi Wu) es actriz en una compañía de teatro de pueblo. Taipei parece la ciudad donde se puede mejorar. Su pueblo, es un estanque mental y físico propicio para irse. Ida que la evoca a una falla mental de camino a la depresión por el esfuerzo implicado. Esfuerzo que, con una oportunidad única en el mundo del cine, le ofrecerá una mejora en su carrera actoral ofreciendo su cuerpo y su alma. Cuerpo y alma que harán de sus decisiones, una trampa mental y una degradación física por parte de la industria del entretenimiento. Nina Wu dejará de ser ella.
Para que algo brille tiene que haber alguien que lo pula. El Hollywood dorado es esa idea primaria que alimenta el cine mismo y que la misma industria del cine creó. Creó para poder seguir desarrollando un estilo de vida alcanzable, socialmente, por muy pocos. Para hacernos ver que el glamour es lago físico; de actitud, aunque esa actitud no la tengas. Para, en definitiva, hacernos ver que lo que se expresa en la pantalla, es una extensión de lo que se produce y se reproduce socialmente.
Una película dentro de una película. El cine como símil de la realidad cuando la realidad es un símil del cine. Algo, precisamente ese algo, que va más allá de la pantalla: la vida de Nina Wu (Ke-Xi Wu). Una vida marcada por una realidad demoledora y un triunfo castigador de la persona. El subrogar tu persona a una industria que, con el fin de representar, sólo hace que presentarte unas humillaciones hacia tu ser. Ser guiado, nefastamente, por lo representado.
Representación, la de la industria del cine, que invade otras áreas de tu ser; invade tus amantes aunque no los quieras, invade tu concepción del cine como cine, invade aquello que extraes de la pantalla para dominarlo.
Midi Z nos brinda un thriller eléctrico, tanto visualmente como auditivamente, que nos recordará que lo representado conduce a una autoinvasión del ser peligrosa —como le pasa a Nina Wu (Ke-Xi Wu)—, que la industria capitalista ha invadido todos los terrenos —el cine no es ninguna excepción—, que la dominación masculina sigue afligiendo a las mujeres, y que el cine es un arte presentado y representado en sí mismo; la conversión en una mercancia, como diría Guy Debord.
‘Nina Wu’ es un discurso muy necesario que va mas allá de la pantalla para, precisamente, mostrártelo en ella.