Rue de Lappe. Distrito XI, París. Estamos en el año 1900. Entre la creciente burguesía parisina, los bajos fondos: Billie (Chloé Peillex) sobrevive, con su hermano Ficelle (Malik Frikah), robando a los nuevos ricos para poder comer, mientras se refugian en una iglesia abandonada con un cura alcohólico y erudito de nombre Marius (Bruno Lochet). El robo que los llevará a America, a un futuro prometedor, lo lleva colgado del cuello Sarah Bernardt (Rossy de Palma). Un robo que hará que Ficelle acabe muerto por una banda ultravioleta de delincuentes. Unxs delincuentes que, una vez convertida en mujer, Billie (Alice Isaaz) perseguirá para ganarse su confianza, entrar en su banda, saldar cuentas unx a unx y, finalmente, llegar a Jesús (Niels Schneider), el líder de la banda. Para vengarse de lxs apaches se convertirá en unx de ellxs.
Una conversión que pasa por disponer de tu propia vida ante ellxs, en sus manos. Unas manos, las de Billie, que tiemblan pero que no titubean en su venganza. Una venganza donde la rabia es dictatorial pero el amor —por lo arrebatado y por lo que se nos presenta sin pensarlo— nos lleva a situaciones personales distópicas. Unas situaciones que, divididas en capítulos, construyen un relato sentimental inusual y ultraviolento.
Relato dinámico construido en lo anárquico como modelo de vida supervivencial, donde los alrededores crecen por una opulencia incontrolable, inmensurable e, incluso, inhumana. Donde hay progreso, hay miseria. Y la miseria es siempre más interesante que el progreso.
Romain Quirot realiza un proyecto fílmico que se mueve entre un western de Tarantino y la ultraviolencia de ‘A clockwork orange’ con ligeros tintes de cómic en su fotografía. ‘Apaches’ se mueve en una temática tradicional —la relación entre amor y odio— pero las formas —y la duración de una hora y media— juegan, y mucho, a su favor.

