’SIROCCO Y EL REINO DE LOS VIENTOS’ O CÓMO MOSTRAR EL AMOR ENTRE HERMANXS

Juliette y Carmen se quedan un fin de semana con Agnes, una amiga escritora de su mamá porque ella va a un campeonato infantil de fútbol con el que entrena a su equipo. Agnes lleva todo el día trabajando en su libro y decide hacer una siesta mientras Carmen y Juliette, de 8 y 4 años respectivamente, juegan. un juego que, sin querer, las introducirá en el reino de los vientos, gobernado por el mago Sirocco. Las dos hermanas, transformadas en gatas, descubrirán las luces, las sombras, los vientos y las criaturas que habitan dicho mundo. Un mundo en el que también descubrirán a Selma y, además, el mundo de Agnes, creadora de los libros. ‘Sirocco y el reino de los vientos’ como un lugar oscuro, lleno de magia, de vientos, de cambios, de descubrimientos, de dejar ir, de conocer antes de juzgar, que separará a las hermanas pero que las volverá a unir.

Una separación que ya sufrió Agnes cuando, años atrás su hermana Selma falleció en un accidente de tráfico. Fallecimiento que hizo que creará, en el reino de los vientos, a un personaje con el mismo nombre, cantante respetada en dicho mundo, entre esas páginas. Creada para, en cierta manera, tenerla ahí, seguir ese lazo.

Un lazo que Juliette y Carmen ven, igualmente, separado en dicho reino de los vientos pero que, a la vez, les hará reunirse y fortalecerlo.

Benoît Chieux y Alain Gagnol dibujan un guion mágico, sirviéndose de paralelismos entre historias adultas e infantiles a la par que entre mundos, para hablar del duelo y la separación, de lo que significa la hermandad en la adultez y en la infancia. Y lo hacen, en últimas, con el uso del amor que mueve ese lazo.

‘Sirocco y el reino de los vientos’ es una película para niñxs pero también para adultxs, con un imaginario propio y ligero como el aire pero con unos fundamentos muy bellos.

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