‘MARY AND MAX’ O CÓMO LA DIFERENCIA ES UNA CONEXIÓN HUMANISTA

Por norma, las cosas que nos separan suelen estar más presentes que las que nos unen. La edad, las diferencias corporales, el lugar donde residimos, nuestros traumas, nuestras alegrías, nosotrxs mismxs: todo son diferencias. Diferencias que, aunque por correspondencia, pueden hacernos conectar con las personas, aunque nuestras madres, por dicha norma, no quieran. Esto es lo que le pasa a Mary (Toni Collette) cuando, desde Melbourne, aburrida por su rutina, decide coger el listín telefónico y enviar una carta a Max Horowitz (Philip Seymour Hoffman) un señor cuarentón y obeso residente en Nueva York. Él decide contestarle. Contestación que, aunque no siempre alegre, establecerá una verdadera amistad entre ellos, entre ‘Mary and Max’.

Amistad que, aunque no en presencia, en esencia era autentica por el hecho de preservar una neutralidad en el trato hacia el otro; hacia aquello ajeno pero con voluntad de integrarlo en nuestra cotidianidad. Cotidianidad que, ajena a nuestro entorno, provoca aversión, como el boicot de la madre de Mary (Toni Collette) a las cartas de Max (Philip Seymour Hoffman) basado en la diferencia de edad: ocho y cuarenta años respectivamente. 

Años, los de la relación de amistad entre ellxs, que pasan y que moldean, en la distancia, en la ausencia física pero en el estar presente, la carrera de Mary (Toni Collette) cuando Max (Philip Seymour Hoffman) le cuenta que sufre de síndrome de Asperger y ella decide hacer su tesis final sobre dicho síndrome, cuando Max (Philip Seymour Hoffman) se enfada con ella porqué se siente utilizado o cuando el decide enviarle todos sus Noblets como forma de pedirle perdón por su enfado. Los acercamientos y distanciamientos de las relaciones humanas. 

Relaciones, las de Mary y Max, adornadas con dulces. Unos dulces que contrarrestan lo amargo y lo solitario de la vida individual y distanciada de ambos seres. Unos seres, en definitiva, envueltos en un ambiente donde las cosas que separan abundan más que las que nos unen. 

Adam Elliot realiza este gran film donde, a pesar de las cosas que nos separan —ya sean impuestas o infringidas—, aquello que nos une aún es posible. Con una animación en blanco y negro, elaborada e irónica en su lenguaje pero dulce en su fondo y forma. Un lienzo audiovisual sobre el humanismo pese a las diferencias.

‘Mary and Max’ es una obra de animación sobre las diferencias personales como metodología relacional humana.

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