Perderlo todo. Un pueblo abocado a la desaparición por la gran recesión iniciada en 2008. Una crisis económica proseguida de una crisis ética y moral. Fern (Frances McDormand) lo ha perdido todo: su casa, su empleo, su coche, su marido, su vida. Vida que, perdida, la llevará de trabajo en trabajo, por el Mid-West, en su furgoneta, para sobrevivir a una época donde la palabra hogar se resignifica, negativa i/o positivamente, para ella. Un hogar incorpóreo, vaporizado, disuelto, que se convertirá en un camino. Un camino para lidiar con un duelo: el de su marido, el de su vida anterior: ‘Nomadland’.
Camino que, convertido en hogar, se transformará en una comunidad donde otras personas, con otros duelos, con otras situaciones, con otras perspectivas y todas golpeadas por la gran recesión, serán una red de confluencia mutua. Confluencia que, en medio del desierto con las estrellas como techo, no se contemplará como aquello líquido —como decía Zygmunt Bauman— sino como aquello vapóreo.
Una vaporeidad, en el filme, relegada como aquello exterior, de los márgenes, hacia los márgenes y, sobretodo, para los márgenes. Unas imágenes crudas y rudas donde se devuelve la especie humana, las personas, a Fern (Frances McDormand), en la naturaleza: a formar parte de ese paisaje dado y no construido, destrozado.
Paisajes, los del Mid-West, donde el ser humano, Fern (Frances McDormand) se aprecia como lo ajeno, como lo extraterrestre. Extraterrestre, también, en cuanto los nómadas sólo acuden a la sociedad para poder tener dinero: para jugar con las reglas que, antes de la gran recesión, les marcaban y los regían. Reglas que en esa tierra de nadie, en ese camino, también se reformulan. Una reformulación que, en la mayoría de los casos, es más rápida que la asimilación.
Chloé Zhao nos siembra un paisaje para recordarnos que, dentro de este, el ser humano sigue siendo, desde su perspectiva cultural occidental, un ser ajeno, el cual vive un breve lapso de tiempo donde las fluctuaciones son lo único constante. Paisaje conseguido por unas imágenes crudas, rudas y, a la vez, limpias, con simplicidad, donde lo grandioso de la naturaleza parece abducir a Fern (Frances McDormand).
‘Nomadland’ es el resultado, y a la vez inicio, del sueño americano. Un sueño americano que rara vez existió.