El mandato de la naturaleza. De estar cegadxs por el sol a verte sorprendidx por una ventisca. Una mañana haciendo esquí de fondo, haciendo una cima, haciendo escalada, en la montaña, en los Pirineos catalanes, en el Balandrau, en el infierno. Un infierno que se prolongó durante tres días. Un infierno que trajo desesperación, angustia, muerte. Que trajo los límites de la supervivencia a la cima de la montaña. A la cima del ‘Balandrau. Infern glaçat’.
Nevasca, ventisca, viento blanco, nevazo, infierno de hielo, helado. En lo más alto, en el pico de una montaña se levanta un aire de más de 100 kilómetros por hora con un remolino de nieve. Un remolino que puede hacer descenderte, arrodillarte, sepultarte. Que te puede contraer el cuerpo, dominarlo y rodearlo con temperaturas de 20ºC bajo cero. Un abrazo cruel y helado de la naturaleza.
Una naturaleza imprevisible pero sabia que se ve lidiada por la supervivencia y, a la vez, por la fragilidad. Una supervivencia y fragilidad que vemos en las personas fallecidas y las que sobrevivieron a la nevasca en el Balandrau: la fragilidad del cuerpo humano como tal, como cuerpo, como ente que se consume por su entorno y, a la vez, la supervivencia de éste por su propia formación, su propia constitución, sus propios avisos.
El documental de Guille Cascante, clásico en su forma, consigue estremecernos con su contenido llevándonos a una angustia muy singular de unos sucesos muy singulares. Combinando imágenes de entrevistas a las personas que sobrevivieron con imágenes recreadas y testimoniales de aquellos tres días, construye un relato basado en los lazos de la supervivencia y la fragilidad como entes conductuales y primarios.
‘Balandrau. Infern glaçat’ es la naturaleza guiada por el entrelazado de supervivencia, agresividad, fragilidad y muerte.