Como llegado del espacio exterior, de otro espacio. Desembarcado en unas tierras que no reconoce y que, tiempo atrás, no conocía. Un conquistador español (Eduardo San Juan) merodea por el D.F. sin rumbo, intentando ocupar ese espacio sin que realmente le pertenezca, intentando acercarse desde su pasado a su presente, sorprendido por la forma pero no por el contenido de la violencia que se ejerce, pues él ejercía la misma violencia respaldada por la misma lógica. La única diferencia? los ‘499’ años.
Años que perfilaron los mecanismo sociales, culturales y sistemáticos de un entrelazado que sirvió para el abuso de unos seres humanos sobre otros. Otros que llegaron a México con la palabra de Dios. Un Dios que justificó todo acto y que borró toda culpa. Una culpa que se veía sepultada por gloria y riqueza. Dos estamentos que han guiado, y siguen guiando, el entrelazado del sistema social y cultural.
Nada muere, todo se transforma. Como se transformó el sistema colonial en sistema liberal y, después, en sistema corporativista. La explotación del ser humano por el ser humano. Una playa, un periodista—jurista desaparecido, una niña asesinada y violada, unas mujeres obligadas a vender su cuerpo en una barra de poledance, hombres obligados a rebuscar en los basureros.
Antes, mujeres indígenas violadas por los conquistadores, hombres aztecas sublevados a trabajar, marcados con hierros incandescentes como propiedad, poblaciones enteras masacradas, objetos apropiados, Dios y Cristiandad impuestos a golpe de biblia y espada.
Rodrigo Reyes sitúa a lxs espectadorxs entre la realidad y la ficción en la pantalla susurrándonos aquellos hechos que fueron y mostrándonos aquellos hechos que son. Un juego audiovisual con el tiempo como instrumento que nos aproxima a la realidad y cómo, sin cambiar sus dinámicas, ésta se ha vuelto más sutil.
‘499’ es un ejercicio audiovisual anacrónico sublime.