Emilia Colibiu (Katia Pascariu) es una reputada profesora de un colegio en Rumanía. A él asisten lxs hijxs de la clase acomodada donde reciben una educación preparada para el buen futuro que, supuestamente, les espera. Para desgracia de Emi (Katia Pascariu)—o de lxs alumnxs—, un día se filtra un video de ella y su marido haciendo el amor. Vídeo que llevará a hacer tambalear su vida y que su vida, la de Emi, sea juzgada sin ninguna contemplación por el colegio donde trabaja y por los padres y madres de sus alumnxs. Pero esto es ‘Un polvo desafortunado o porno loco?’
No hay respuesta a dicha pregunta. Esto es un callejón sin salida, de un solo sentido. Sentido que, como vemos en la primera parte de la película, se hace continuamente al sexo. Al acto sexual heterosexual. Un acto donde la mujer es sujeto pasivo dominado por el hombre. No sólo en la cama, también, como podemos ver, en los anuncios, en las discusiones con desconocidos, en situaciones cotidianas.
Entonces, hace falta definir varios conceptos o, cómo mínimo, aclararlos. Un breve diccionario de anécdotas, signos y maravillas varias irían bien. O no. Quién sabe. Nunca viene mal recordarlos. Si nos referimos a las dictaduras, la iglesia católica es una de las más fiables. La indiferencia política es decadencia moral. La vida es tragedia y comedia. Y, por último, la pantalla de cine es el escudo pulido de Atenea cuando ésta luchó contra Medusa.
Conceptos, los descritos anteriormente, que responden a unas praxis y a unas insinuaciones. Unas insinuaciones y praxis que se producen y aterrizan en unas relaciones guiadas por violencias simbólicas. Violencias, simbólicas, que se dan en el sexo, en la educación, en el ‘hablar’ en nombre de defender, en la moral, en nuestras actuaciones e intervenciones en nuestro entorno. Como la que llevan a cabo los padres y madres sobre Emi (Katia Pascariu), y que puede acabar de tres maneras posibles.
Tres: o la peli era una broma, o te hemos retenido un momento —como espectadorx— o la peli era una broma y aquí acaba. Radu Jude te deja esa elección a ti, al que mira la pantalla, al que observa y juzga pero no se implica.
Por eso te hace esa pregunta en el título: ‘Un polvo desafortunado o porno loco’. La respuesta, tu elección y, con tu elección, tu visión.