Sur de Italia. Rosa (Lina Siciliano) es una mujer rebelde con su entorno. Vive con sus abuelos y su tío que, en una región remota de Calabria, hacen quesos en su granja. Granja que vio morir prematuramente a la madre de Rosa, creandole estragos en su presente. Un presente marcado por los recuerdos tormentosos y los secretgos a voces. Un presente donde patriarcado, iglesia y ‘ndrangheta se congujan para ir en contra de Rosa (Lina Siciliano), de ‘Una femmina’.
Femmina que recordará a su madre agonizando en el baño de su casa mientras su abuela no hacía nada. Femmina que, una vez más, tendrá que solucionar los problemas de su tío cuando éste maltrata una prostituta. Femmina que será golpeada por su abuelo cuando diga la verdad. Femmina que vive EN violencia.
Una violencia establecida como único status quo válido y que se reproduce en el catolicismo y en la ‘ndrangheta. Una reproducción que establece el bien común de LA FAMILIA antes que el bien de tu familia y el silencio como código normativo y comunicativo.
Una comunicación que, en últimas para Rosa (Lina Siciliano), se realizará uniéndose al enemigo y tratando de sobrevivir más allá de su pueblo, su entorno y su tiempo.
Francesco Costabile nos relata una historia basada en hechos reales fundamentada en el patriarcado, la iglesia y la ndrangheta, en la que el nexo es la violencia y la tensión constante derivada de un control excesivo. Con unas imágenes nobles a lo que representan, la crudeza de las cuales son la propia esencia, Lina Siciliano es, en su gesto, en su actuación, el propio relato de la película.
‘Una Femmina’ es, en definitiva, la condena de la tradición y los efectos de la traición a ésta.