Una doble mastectomía. Retirarse a los highlands escoceses con tu enfermera Desi (Kota Eberhardt) para recuperarte. Una recuperación que, como estrella del cine que se es y niña prodigio que se fue, pasa por una privacidad que conlleva un uso de máscaras. Máscaras que, con los demás huéspedes del retiro, se irán descubriendo. Máscaras que, al final, se irán desvaneciendo. Máscaras que ella, Veronica Ghent (Alice Krige), deshará: ‘She will’.
Una voluntad que le fue arrebatada, una vez más, con la extirpación de ambos pechos. Una feminidad que siempre se ha planteado como un problema para la historia invadida por la masculinidad. Una feminidad que, en los Highlands escoceses, llevó a la quema de ésta a través de mujeres situadas en los márgenes: de hechiceras, de druidas, de brujas.
Unas mujeres brujas que, ahora en cenizas, se mimetizarán con el paisaje. Un paisaje de ensueño. Paisaje que, tanto a Veronica (Alice Krige) como a Desi (Kota Eberhardt), las sumergerá en una ensoñación desde el olvido hasta el recuerdo, de la remembranza hasta el horror.
Un horror que lleva sucediendo siglos. Un horror que, mimetizada con el paisaje como si de un personaje más se tratara, Veronica (Alice Krige) restituirá para ella misma, para su experiencia, para sanar más allá de la mastectomía: sanar con el pasado. Sanar haciéndole ver la verdad a su agresor (Malcolm McDowell).
Charlotte Colbert nos deleita con su ópera prima en una naturaleza fantasmagórica y onírica de ensueño donde han sucedido y suceden horrores. Unos horrores que, aunque elegantemente filmados, se presentan como descarnados, y donde lo alegórico se presenta como verdad absoluta.
‘She will’ es todo excelencia, belleza, poesía y crudeza.