Un estante, unos libros, una biblioteca que, con el pasar de los años, va tomando forma. Va llenándose. Llenándose de tardes de lecturas, de nuevos mundos, de experiencias. Unas experiencias que permanecen silenciosas, en diálogo con aquellas que las han leído, que ahora custodian. Una custodia que relatan cuatro mujeres desde la intimidad de su casa. Una custodia, plasmada en sus estantes, que son parte de ellas. ‘A los libros y a las mujeres canto’ es una bella oda a la resistencia.
Resistencia que puede dañarte físicamente por el peso de los libros, de los estantes para con la gravedad, pero que te mantienen en la realidad que te envuelve. Una realidad que es necesaria combatirla desde lo imaginario y lo terrenal que se esconde entre las oraciones de los libros.
Unos libros, unas escrituras, que van más allá del papel. Van en los relatos vitales de las cuatro mujeres que nos presenta Maria Elorza, va en las experiencias pasadas que nos cuentan, va en los significados que para ellas tienen los diversos géneros literarios, va en sus elecciones de qué libros leer —y cuales no—, va en las imágenes que la propia directora nos muestra —y las que no—, va en la relación del cine con los libros, va en la concepción del cine como texto articulado, va en la pregunta, sin respuesta, de qué son los libros.
Una pregunta cuya respuesta podemos intuir, pero nunca afirmar. Pues la escritura, como acto y como resultado, invade nuestra realidad impregnándose de aquello que la habita. Permanecer ahí para transgredirla es la revolución que hay detrás de cada retrato de cada mujer del film.
‘A los libros y a las mujeres canto’ es un texto audiovisual sobre la metaliteratura en clave feminista.
Cinematismo 