Cinco años. De los 8 a los 13. De ser unx niñx a ser unx adolescente. Ese bypass en que se nos establecen, al parecer, nuestros esquemas vitales. Unos esquemas que para Gabi tendrá que justificar constantemente en su corto recorrido vital realizado hasta ahora. Unos esquemas que no acaba de entender, pues siempre parece quedarse fuera. Un estar afuera que le lleva a inutilizar el sistema binario que lx envuelve. Es la historia de ‘Gabi, de los 8 a los 13’ años.
Una historia donde vemos la deconstrucción del imperante sistema binario y de género que pretendemos asignar nada más nacer y que reproducimos, normalizado, hasta la saciedad. Un sistema que para Gabi se acentúa, aún más, cuando tiene que dejar Estocolmo y mudarse con su madre y su padrastro a Darlana. Un cambio de lugar, de posición en el mundo, que conllevará una nueva adaptación y, por ente, una aceptación que no llega. No llega cuando en el nuevo colegio no consigue encajar en el equipo de fútbol, deporte que tanto le gusta. O cuando su pelo es cada vez más corto porque lo quiere llevar como Cristiano Ronaldo.
Un pelo que, contra todo sistema, se lo irá cortando cada vez más para estar a gusto consigo mismx, a pesar de la opinión de su madre, a pesar de las miradas en el colegio. Un pelo que, conforme va transcurriendo el documental, va en paralelo a su autodescubrimiento y al descubrimiento del sistema binario que intenta envolverlx. Un pelo que acaba a su gusto, despojado de la anaconda binaria que lx intenta estrangular.
Engeli Broberg nos invita a acompañar a Gabi en un periodo corto de su vida convulso. Convulso no por sus ideas y concepciones claras y justas con ellx mismx, sino por el moldeamiento pretendido por su entorno. Un entorno arcaico y clasificatorio que se nutre de este clasismo, cómo no, discriminatorio.
‘Gabi, de los 8 a los 13’ es una carta de amor a unx mismx sin connotaciones, sin prerrogativas.