Entre cámaras —fotográficas, la webcam, la del teléfono móvil y las de filmar— Jafar Panahi intenta crear una película en la capital desde un pueblo remoto en Irán. La historia intenta mostrar el cruce de fronteras de un matrimonio con la promesa de una vida mejor en Europa. Mientras, en el pueblo desde el que dirige, Panahi se ve atrapado en medio de una superstición por aquello, presuntamente, capturado por su cámara réflex. Capturado, presuntamente, un momento de intimidad de dos amantes bajo un árbol, mientras ella estaba prometida, desde su preciso momento de nacer, con otro hombre. Hombre que exige la muestra de dicha fotografía y que llevará a jurar, entre los sabios del pueblo, a Jafar. Lo llevará por un sendero en el ‘no bears’, pero las supersticiones hacen que todxs verifiquen que sí.
Una verificación que el director hace desde diversos ángulos: registrando la jura de su verdad con su cámara réflex, escribiendo y dirigiendo la historia de los amantes hacia una vida mejor en Europa en la distancia, y situándose en la realidad más próxima frente a una comunidad unida por el miedo, por las fronteras —físicas y mentales— y por la dinámica intrínseca de ésta.
Dinámica que aleja aquello forastero, como Irán aleja a sus ciudadanxs. Alejamiento que Panahi también muestra desde su cámara-escritura con maestría haciendo énfasis en aquello considerado real y ficcionado, a la vez que “escribe” sobre aquello que se cree y la superstición. Todo ello con unos nexos sutiles a la vez que palpitantes en cada fotograma.
‘No bears’ es una muestra de nuestras fronteras —políticas y líricas— y, a la vez, unos relatos migrantes desde dentro hacia fuera y desde lo urbano a lo rural. Pero, sobretodo, lo que nos pone en presencia es el papel de la gente que quiere quedarse ahí, quiere estar para, con su presencia, sus acciones, intentar cambiar las cosas. Como el chico de los amantes del árbol y la actriz que interpreta a Zara (Mina Kavani) y muchxs otrxs más.