’LA CASA’ Y LOS SENTIMIENTOS ESPACIALES QUE ALBERGAMOS

‘La casa’ en la montaña para los fines de semana. Lugar donde reunir a la familia, disfrutar de la naturaleza, retirarse por ese breve tiempo que sucede entre la tarde del viernes y la mañana del lunes a primera hora. Una estructura que se llena de significado cuando es habitada por personas, por momentos, por recuerdos. Unos recuerdos que, tras la muerte de Antonio (Luis Callejo), sus 3 hijxs tendrán que afrontar en ese espacio que es la casa de vacaciones familiar. Un espacio que no saben si vender o permanecer en él. Un espacio que les ocupa mucho tiempo mantenerlo, que solucionaría sus problemas económicos y que, a la vez, rompería o uniría los lazos familiares existentes.

Álex Montoya adapta la novela gráfica de Paco Roca en un film jugando con los significados y los significantes, con los formatos del celuloide y los tiempos, con la coraza que nos autoimponemos y el corazón roto que albergamos.

‘La casa’ es una película bien construida donde se puede ver cómo los espacios son representaciones de una memoria colectiva particular. Una memoria que se fundamenta en los objetos que dicha casa alberga pero también en los recuerdos que, al ser compartidos por lxs tres hermanxs, toman un tipo de conciencia a tres, donde el espacio se vuelve a resignificar en aquel preciso momento y donde se forma otro bello recuerdo ligado a lo espacial. Como, por ejemplo, a la vera de una higuera o a la sombra de un naranjo.

Otra temática que atraviesa ‘La casa’ es la coraza que nos construimos y el corazón roto que albergamos. Es, y lo muestra muy bien situando a Ema (María Romanillos) y Laia (Tosca Montoya) como antítesis, un mundo adulto obligado a forjarse en contraposición a sus frustraciones, lo que siente, la soledad y la tristeza que no se comparte.

‘La casa’ es un espacio —fílmico en este caso— donde todxs hemos estado, que todxs recordamos.

Deja un comentario