’UNICORN WARS’ O CÓMO CREAR (Y DESTRUIR) NUEVAS MITOLOGÍAS

Algún tiempo atrás, los unicornios poblaban el planeta. Eran libres, hasta que una monstruosidad viscosa engulló a la mayoría. En la actualidad, Azulín y Gordi, dos ositos huérfanos de madre, se adoctrinan en un prematuro ejercito con tal de librar una guerra contra los unicornios, los cuales acabaron con el mundo conocido, para así liberar el bosque mágico. Un bosque donde quedan algunos malvados unicornios, de los cuales, como dice la profecía, quien beba la sangre del último unicornio se volverá eterno y bello. Algo que Azulín desea a toda costa. Un deseo que conllevará una guerra contra los unicornios. Una guerra decisiva: ‘Unicorn wars’.

Una guerra que, adornada entre cojines y bañada en unos colores pastel, se librará cuando el escuadrón de Azulín y Gordi sea enviado a rescatar el anterior escuadrón, desaparecido misteriosamente en el bosque mágico. Un bosque que entraña, en sus maravillas fantásticas, una horrenda verdad. Una verdad que los ositos no son capaces, desde sus amorosas y duras vidas, capaces de llevar, de soportar.

Unas verdades que, en el campo de batalla, muestran los verdaderos Azulín y Gordi. Dos hermanos guiados por oposiciones vitales y que, desde su adoctrinamiento, parecen que tienen un enemigo en común: los unicornios.

Unos unicornios que viven ajenos a la verdadera amenaza que suponen los ositos para con ellxs. Una amenaza que se discute, en realidad, entre los de la misma especie y que se demuestra, en realidad, expresado en aquello ajeno, aquello externo.

Lo externo como muestra de la amenaza que suponemos para nosotrxs mismxs, como integrantes de una familia, de un escuadrón o de cualquier grupo comunitario. Una batalla de ositos no por liberar la eternidad y la belleza, sino por ocupar nuestro espacio en nuestra cotidianidad.

Unicorn wars’, de Alberto Vázquez, es una película de animación a veces graciosa, visualmente tierna y narrativamente cruda. Una crudeza que, en nuestros tiempos, nos hemos acostumbrado a ella, pues lo bueno, lo bonito y lo adorable, aunque sea malo, está bien recibido. Su aportación más notable, aunque a veces tenga tintes católicos, es la nueva mitología que crea y su visión crítica con ésta. Una

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