Lo efímero es el instante. Es el aquí y el ahora cuando no hay el allá y el después. Es algo que dura poco en el tiempo pero que, por su fugacidad, su instante único, solemos recordarlo.
Roma es la città eterna donde viven seres fugaces motivados por voluntades. Esa voluntad misma que retroalimenta la ciudad y que demuestra lo que fue en su día pero que ya no lo es. Es el deseo, motivado por la voluntad del ser, lo que no es otra cosa que un ciego afán, impulso o pulsión carente por completo de fundamento y motivos.
Verano de 2013. Roma. Nobles decadentes, políticos, actores, intelectuales, artistas y Jeppino Gambardella, escritor sin inspiración, asisten de fiesta en fiesta en la città eterna donde lo insustancial y lo vacuo es lo normativo.
Como si de una fiesta en Studio 54 se tratase, la celebración del 65 aniversario de Jeppino Gambardella retrata la voluntad de vivir como lo ulteriormente motivante de las personas pero, a la vez, aquello efímero que se desvanece en la noche, como la vida y la muerte.
A Schopenhauer le resulta evidente que el “yo” haya puesto a la voluntad de vivir como aquello inexplicable o, más bien, como fundamento y base de toda explicación y que ésta sea lo más real que conozcamos; el núcleo de la realidad misma. Pero la realidad es aquella que se desvanece. Como la belleza está en los ojos del que mira, la realidad motivada por la voluntad de vivir está en aquellos que son motivados.
Como Gambardella que permanece estático en su tiempo pero que los personajes jóvenes del film van muriendo. Es la voluntad, en el entorno decadente y la irrealización del ser humano lo que nos lleva a esos instantes, a la vida como instante.
Como asegura el señor Gambardella, “En el fondo, es sólo un truco”