Una supuesta artífice. Un mundo completamente inventado. Aislado. Creado por la semejanza. En la superficie, un Siglo de Luces. En las profundidades, un mundo en decadencia, un pueblo ilustrado. En medio, una chica adolescente de 15 años. Una pieza en el juego de la guerra; en el juego del dominio y el control. Poder y no poder. Una vida encapsulada. La vida de ‘Marie Antoinette’.
Mediados del siglo XVIII. Una chica adolescente de 15 años abandona Austria para mudarse a Francia. En la frontera, deja sus pertenencias, su estética y su ser para ponerse otro; el francés. Una nueva vida. Una vida en Versailles. Ella, una pieza del puzzle entre Maria Teresa I de Austria y Louis XV de Francia para sellar la paz entre ambos países. Ella, al fin, una chica viviendo su adolescencia. Su adolescencia como delfina y, en un futuro muy cercano, como reina de Francia. La última que lo fue.
Versailles. Un retiro para la monarquía francesa. En el siglo XVIII, la residencia permanente de ésta. Un espacio donde alejarse del bullicio de París pero estando en él. Unas paredes que rebosan opulencia, lujo y derroche y murmuran secretos inconfesables y aguardan una corte imperdonable. Imperdonable con Maria Antoinette.
Ella, en ese retiro, en ese aislamiento. Acostumbrándose a sus nuevas costumbres y acostumbrándose a su nueva persona. En medio de todo ello; pasteles, juegos de azar, libertinaje, lujo, derroche, un marido inepto, un pueblo ficticio, una corte podrida y unas ganas de vivir.
En el otro lado, un país, Francia, decadente. Desolado por la hambruna y ahogado por las deudas. Un rey y una reina rozando la veintena de edad, retirados en una cúpula, Versailles, donde el tiempo no parece pasar, donde la comida parece no agotarse, donde las telas parecen fabricadas sin límites, donde hay un zapato para cada día del año, donde hay una corte dispuesta a acabar con ella, con Maria Antoinette.
Sofia Coppola retrata, en su film de 2006, una Maria Antoinette dedicada a la vida. Curiosa. Con las ganas propias de una muchacha en su juventud de conocer pero lo que conoce no es más de lo que sólo le muestran. Unas directrices que van más allá de ella cuando ella misma quiere ir más allá. Nos retrata un personaje que se dedica a vivir porque no le han dado a conocer ninguna opción más. Ella, una justificación de la revolución francesa cuando Francia ya se estaba ahogando por la gestión de Louis XV.
En el fondo, el film no es más que un retrato. Una pintura del siglo de las luces, en movimiento, de una mujer que fue el fuego que encendió la mecha de la dinamita que había en territorio francés desde hace mucho tiempo. Una obra audiovisual que nos baja al mito para visionar, en una misma persona, las presiones puestas en ella por el contexto que la rodeó y el modo en que ella lidió con éste.
En definitiva, un film sobre una rockstar del siglo XVIII que despertaba envidias y admiraciones por su belleza, por su actitud y por sus comportamientos. Pero, en el fondo, no es eso lo que esperamos de una rockstar?