Desde su silla de ruedas, en la residencia de ancianos donde vive, Frank Sheeran (Robert De Niro) nos transporta a cómo ha llegado a su presente. A situarse en dicha residencia, en esa silla de ruedas. De un viaje con Russel Bufalino (Joe Pesci) y sus respectivas mujeres para la boda de la sobrina de Russel. Viaje con paradas obligatorias para realizar recados y para fumar. Recados que se establecieron cuando Sheeran dejó de ser camionero y empezó a trabajar con Bufalino.
Tres tempos desde la silla de ruedas de Frank Sheeran. El primero, forjado en cuando se establecieron dichos recados, se fundamenta en el viaje de camionero a compañero de Russell Buffalino. Forjado en la venta ilegal de carne, de las extorsiones, de la protección, de la suma de los puntos y de hacerlos desaparecer, de la construcción de las familias —la biológica y la elegida— del reconocimiento, de la circulación del dinero y del primer contacto con Jimmy Hoffa (Al Pacino).
Tempo, el primero, regado por una escalada de violencia muy bien musicalizada donde Sheeran aprende a ser lo que le llevó a la silla de ruedas, a esa residencia, a interiorizar los códigos de silencio de la mafia italiana, siendo de origen irlandés. Tiempo donde deja de ‘pintar casas’ para pintar otra cosa; para pintar un nuevo panorama.
El segundo tempo, ya forjado el papel del irlandés dentro de la mafia italiana, es una lucha de los poderes establecidos. Lucha que pasa por los cuatro estamentos reales de la época para el control de las situaciones diversas en Estados Unidos: el gobierno, las grandes corporaciones, los sindicatos y las familias mafiosas. Lucha de poderes que se fundamentará en un establishment pasado que los tiempos actuales no dejarán cabida. Poderes que llevarán a la ‘desaparición’ de James Hoffa (Al Pacino), a la deriva del sindicato de camioneros, a un gobierno incompetente, a unas grandes corporaciones ganando mercado y a unos grupos mafiosos tomando el control.
Control que Frank Sheeran pierde en el ámbito familiar, aunque Russel Bufalino (Joe Pesci) le insista en mantener a la(s) Familia(s) unidas; ambas. Su hija Peggy Sheeran (Anna Paquin) le teme. Le teme por su falta de empatización. Empatización cubierta por la timidez de Peggy, según Frank, y que también lo sitúa en su presente: en la silla de ruedas, en esa residencia.
El tercer tempo es la silla de ruedas, es la residencia. Es Frank Sheeran (Robert De Niro) siendo las consecuencias de su vida. Es él pidiendo perdón a sus hijas por la falta de presencia en la vida de éstas. Es él silenciando lo que le pasó a Jimmy Hoffa (Al Pacino). Es él tomándose la tensión para controlar que todo ‘está bien’. Es la vida contemplativa, sin más. Todo lo que fue se reduce a lo que es ahora. Una trayectoria de vida que cambió muchos hechos pero que, ahora, en la residencia, esos hechos son los que son.
Tres tempos, en tres horas y 29 minutos, sobre historia alternativa contemporánea de la segunda mitad del siglo XX de Estados Unidos. Un paso del tiempo que llevará al espectador a las historias que conforman LA historia.
Martin Scorsese nos introduce dentro de un tiempo, de un tiempo de otro tiempo pasado, donde la construcción de los verdaderos poderes — gobierno, grandes corporaciones, sindicatos y familias mafiosas— configuraban el panorama que nos rodeaba. Configuraban la lealtad y la amistad, configuraban el ‘sueño americano’, configuraban la lucha de clases en una sociedad segregada, configuraban la guerra, la salida de ésta y la entrada en los años 1970-80-90.
‘The Irishman’ es una obra maestra audiovisual de lección de historia contemporánea alternativa, de la configuración de los estamentos que nos rodean hoy en día, de la conceptualización del sueño americano importando más el fin para conseguirlo que los medios. Una historia sorprendente. Un ciclo cerrado, en tres tiempos, para Frank Sheeran y una carrera que llega a la cúspide para Martín Scorsese.