Algo que rompe nuestros esquemos. Más bien los esquemas que nos han inducido. Una casa, una familia —heterosexual—, un hombre y una mujer con sus hijxs, un hogar. Un esquema en desuso que cuando se rompe, nos enfrentamos a nuestro yo más normativo. Mario (Bouli Lanners) está en ese proceso. En el descubrir el stablishment que tiene inherto cuando su mujer decide separarse de él y él se queda en la casa con sus hijas adolescentes. Una situación que demostrará que el amor es el aura que lo enlaza todo: c’est ça l’amour.
La construcción del hogar se asimila a la construcción de lazos familiares que se justifican por unos inicios biológicos preexistentes al individuo. El parentesco, por otro lado, es una edificación cultural y de organización social que tiene que ver más con el sentimiento de conexión que con la semejanza. Mario (Bouli Lanners) se encuentra en su cincuentena con dos hijas adolescentes con el cuestionamiento de parentesco, biología y creación de hogar.
Cuestionamiento, el de Mario (Bouli Lanners), que implica tres momentos vitales: el acostumbrarse a ser una persona unitaria después de compartir una vida con la madre de tus hijas, la asimilación de tus hijas como entes adultas situadas en otros tiempos y, a la vez, compartiendo el mismo contigo; y ser unx mismx: acostumbrarse a la piel de unx, después de varios años.
Claire Burger nos lleva a Forbach, nos lleva a la vida de Mario (Bouli Lanners), nos lleva a la constante readaptación que realizamos a nuestro entorno, nos lleva a saber que crecer, aunque sea en nuestros 50, es escoger. Nos lleva a la materia prima de la que se forma el concepto de ‘hogar’, nos lleva a la creación de identidad con nosotrxs y, sobretodo, con los demás.
‘Cest ça l’amour’ es un recordatorio de que el amor es aquel hilo invisible que nos une a todxs. A veces, dicho hilo puede liarse y, en consecuencia, liarnos, pero el resultado es una visión nueva, pero que siempre ha estado ahí, del concepto de hogar.