Norfolk, Inglaterra. Mediados de los 1990. Son fechas navideñas. Diana (Kristen Stewart) llega tarde a Sandringham, la casa de navidad de la Casa de Windsor. Más bien, quiere llegar tarde. Quiere llegar tarde porque le esperan 3 días en los que lidiar con su marido Charles (Jack Farthing), su suegra (Stella Gonet) y los comportamientos protocolarios impuestos. Una imposición que, en esos tres días, hará que se plantee la finalización de su matrimonio. Una finalización que la llevará a buscar, con sus luces y sus sombras, qué hay en ella de ‘Spencer’.
Una búsqueda que la ha situado en el punto de mira de la prensa amarilla de Gran Bretaña cuando Charles (Jack Farthing) le ha regalado las mismas perlas a ella que a su amante Camilla. Una situación, una posición, unas tradiciones, donde la repetición no encaja para Diana (Kristen Stewart) pues el pesar más porque es navidad y competir con ello no le ve sentido, por ejemplo.
Un sentido que se pierde todo cuando, por protocolo, por formalismos, tienes un vestido para el desayuno de navidad, otro para la cena de navidad, otro para la realización de las fotografías de la casa real en navidad y otro para abrir los regalos. Un sentido que desemboca en que aquella que no sigue las reglas es acusada de loca, de situarse fuera de la caja.
Un fuera de la caja que la llevará a una bulimia exacerbada donde lo mucho y lo poco se unen debido a la falta de amor y de comprensión en un contexto de vigilancia constante donde las paredes tienen oídos y los muebles tienen ojos. Unos ojos que ven sólo aquello malo en aquello ajeno, como le pasó a Anne Boleyn y no sucede con Charles (Jack Farthing).
Pablo Larraín nos sitúa delante de Diana (Kristen Stewart) para mirarla y acompañarla en unos días cruciales donde podemos sentirnos paralelos a ella, a la presión que se ejercía en ella y las consecuencias que experimentó. Un retrato de la falta de amor, comprensión y de la bulimia. Unas escenas que, simplemente con ella y a través de ella, vemos que hasta en la desesperación hay cabida para la esperanza.
‘Spencer’ es un canto a la vida aunque sepamos que, para todxs, nos espera la muerte.