En medio del mar, el Fantasía avanza a todo trapo. Como una ciudad ambulante envuelta en un manto acuático. Amaia y Aitor pasan sus vacaciones en él, junto a sus padres. Unos padres con los que pasan poco tiempo, pues las distancias, a pesar de la tecnología actual, hace que la vida diaria sea distante, fisicamente hablando. Distancia física que se ve recompensada en él Fantasía, junto a Kontxi e Iñaki, los cuatro, hijxs y padres. Recompensa que se ve delimitada por el tiempo, que avanza tan rápido como el ‘Fantasía’.
Un tiempo que sucede en diversos espacios, como los retratos de lxs abuelxs de Amaia y Aitor. Abuelos que se recuerdan y permanecen estáticos, en una pintura colgada en la pared y desconocida para el sujeto que aparece en él. Una pintura que representa un recuerdo, un tiempo, un espacio, una memoria colectiva y compartida entre los cuatro.
Cuatro personas que aparecen en esta película, en este documental, en este metraje encontrado. Un metraje que retrata, ya no en pintura sino en video, en imagen en movimiento, un tiempo, un espacio, una memoria colectiva y compartida. Un modo de retratar que evoluciona, que cambia.
Cambios que apreciamos como un ente que ve sin ser visto, unas relaciones sociales que son comunes y aquí las vemos desde la singularidad, unos momentos colectivos que parecen únicos, una experiencia que, al fin, somos cómplices de ella. Un acompañar en el presente teniendo en cuenta el pasado y el futuro.
Aitor Merino nos sube al crucero Fantasia a modo de documental ‘found footage’ donde la cotidianidad y lo extraordinario se elaboran con los mismos tintes. Unos tintes que recogen una etnografía audiovisual contemporánea sobre identidades dentro del ente familiar.
‘Fantasia’ es un muy buen retrato sinérgico.