Huir de Chechenia, de la familia, de tu hogar, de tu entorno, de tu vida, de tu ser. Una huida que te lleva hacia Bélgica, de ir de hotel a hotel, a quedarte sin voz. Una voz que necesita ser escuchada para adquirir tu condición de refugiado LGTBIQ+. Unas condiciones, en Bélgica, que tienen que cumplir con unos parámetros, unos requisitos que se adueñan d tu propia historia. Historia, la de Khavaj, contada desde el gesto. Su historia contada con una ‘Silent Voice’.
Una voz que se marchita cuando tiene que huir de su país por las amenazas mortales realizadas por su hermano debido a su homosexual. Una homosexualidad que, en Bruselas, intentará lidiar con ella a través de un grupo de ayuda a refugiados LGTBIQ+. Una ayuda que se ve necesita de su voz para contar un relato que se amolde a las expectativas estereotipadas de lo que se supone que es un refugiado.
Un refugiarse que hace que pierda la voz pero que, a través del whatsapp, oiga la voz de la madre a través de mensajes de audio. Unos mensajes que intentan su vuelta a casa y que, a la vez, construyen un halo fantasmagórico homófobo y supremacista muy presente. Una homofobia supremacista que obliga a la diáspora chechena de jóvenes LGTBIQ+ y que, en consecuencia, trae una pérdida de identidad obligatoria en favor de la supervivencia de unx. Todo por amar a quien tiene el mismo sexo que el tuyo.
Reka Valerik nos trae un documental ficticio ( o no) donde, sin ver el rostro de Khavaj pero sabiendo su identidad, deambulamos en un espacio seguro. Un espacio reforzado por la muestra del universo que hace el cineasta. Un universo que nos mira y nos señala como partículas insignificantes, temporales. Una temporalidad que se vuelve precisa, significativa, simbólica.
‘Silent voice’ es el grito más alto de lxs refugiadxs LGTBIQ+.