Un día tras otro. Levantarse, afeitarse, ducharse, vestirse, desayunar e ir al conservatorio di musica San Pietro a Majella a dar clases de piano. En esas, entre levantarse y afeitarse, Gabrielle Santoro (Silvio Orlando) recibe un paquete. Pican a la puerta, abre, va a lavarse la cara al baño, Ciro (Giuseppe Pirozzi) se cuela en su casa escondiéndose de su familia, y Gabrielle se dirige finalmente a la puerta a cojer el paquete. Otro día normal para él, con ‘ il bambino nascosto’ en su casa, sin su conocimiento.
Al llegar a casa, unas migas de pan sobre la mesa y un Ciro (Giuseppe Pirozzi) que se descubre ante Gabrielle (Silvio Orlando) para que lo esconda de su familia, la cual lo busca por, junto con un amigo del instituto, haber robado un bolso a una señora que, casualmente, era la mujer de un capo de la Camorra napolitana.
Nápoles, un barrio popular, Gabriele (Silvio Orlando), conocido popularmente como ‘ il maestro’ por su arte sonoro al piano, pasa desapercibido por ser, aparentemente, un hombre solitario, frío y seco. Un hombre que se las ingeniará para esconder a Ciro (Giuseppe Pirozzi)de sus enemigos de la Camorra desarrollando, en ese encuentro entre el catedrático de piano y el adolescente criado en el patriarcado de la camorra, una relación paternofilial más allá de lo biológico.
Un esconderse que llevará a aquello que es justo. Aquello justo que el hermano de Gabrielle defiende y que se alinea conceptualmente con la justicia estatal. O aquello justo que sirve para el funcionamiento de la camorra, cualquiera sea la consecuencia. O aquello justo para la situación de Ciro. O aquello justo para con unx mismx, como hace Gabrielle cuando se ve rechazado por su novio después de años de homofobia interna.
Justicia. Roberto Andò nos ilustra en ‘ Il bambino nascosto’ sobre este concepto que, en la ciudad de Nápoles donde sitúa su historia, parece fluctuar y converger en puntos poco comunes con las personas, las instituciones, las organizaciones y el ambiente que éstas ocupan.
Cinematismo 