En algún lugar de Extremadura, vive Sara (Laura Galán). Es verano, hace calor, y para sofocarlo, todo el pueblo va a la piscina por el día y, por la noche, sacan las sillas al porche para cotillear y tomar el fresco. Un fresco que se tiñe de oscuro cuando Sara (Laura Galán) va a la piscina y sufre, una vez más, el acoso y derribo de sus compañeras de clase. Unas compañeras que desaparecen sumiendo al pequeño pueblo en misteriosas desapariciones y a Sara entre decir la verdad de lo que pasó en la piscina o no. Una verdad que sólo saben ella y el desconocido que, mientras se bañaba, apareció a su lado.
Una verdad que puede salvar a sus compañeras que la llaman ‘cerdita’ pero que, al esconderla, también puede librarse de ello. Una liberación que no se le permite —en sus carnes, en su cuerpo, y en el espacio social que ocupa en su pueblo extremeño— a Sara, ya que el grupo comunitario se rige por unas reglas estrictas donde discursos que desarmen a éste no están permitidos.
Discursos que la propia madre de Sara (Carmen Machi), adopta para que su hija adelgace y sea aceptada en vez de que los demás la acepten como es. Un ser que encuentra, por las mismas reglas que estructuran dicho grupo social, un agujero negro frente a sí misma para explicar lo difícil que es no ser aceptada en dicha comunidad. Lo difícil que es explicar que te sientes rechazada, que te hacen bullying.
Un rechazo que la lleva a sentirse la antiheroína —de un modo Nietszcheniano— a través de los actos del desconocido (Richard Holmes) pero que, en últimas, sólo ella es capaz de subvertir su mundo mostrando el rechazo sufrido.
Un rechazo concretado en Sara (Laura Galván) que sirve a Carlota Pereda para, a través de imágenes crueles y con hype, nos identifiquemos con la protagonista. Una protagonista que se sitúa como objeto de las dicotomías actuales de aquellxs individuxs que, desgraciadamente, se sirven de éstas.
‘Cerdita’ es el modo transversal que adopta el rechazo. Un rechazo, un bullying, que pueden venir de cualquier parte.