La vida moderna. Habitarla desde sus comodidades, sus contradicciones, sus metodologías. Habitarla como hace Isa (Greta Fernández) desde una relación poliamoroso con Guillem (Alejandro Pau) que acaba rompiéndose cuando éste quiere cerrarla. O un trabajo en una agencia de marketing para influencers donde los likes son lo que cuenta, lo que factura. O donde el nombre de quien crea el contenido, la fotografía, precede a la imagen en sí misma, desbancándola. Contradicciones que, en un bucle que parece no tener fin, Isa llevará al extremo navegando entre los hechos y las expectativas externas e internas, que harán de ella un animal mitológico. Harán de ella una #Unicornios.
Unas extrañezas, como ser mitológico, que la conducirán a quebrarse cuando aquellas expectativas que tenía de su vida adulta, siendo ahora adulta, vea incumplidas. Las vea guiadas por un mercado que, como su jefe (Pablo Molinero) siempre pregunta, el número de likes marca la caja. Una caja que ella enfoca en la fotografía, en la proximidad, pero que dicha proximidad no es capaz de llevar a sus relaciones sociales. Pues cuando las lleva, el fin y los medios se entremezclan en una maraña.
Maraña donde la gestión emocional se disuelve en las acciones y consecuencias de Isa y, también, donde los sueños y esperanzas se ven destruidos con el refuerzo de su bagaje cultural y social aprendido, como en la relación con sus padres o lo aprendido en la carrera universitaria y el trabajo que desarrolla.
Àlex Lora presenta una película donde entre lo que nos prometieron y donde estamos hay millones de kilometros de distancia. Presenta una generación —la millenial en este caso— donde lo único que se nos presenta como constante es la contradicción. Con unos fotogramas eufóricos y otros dentro del pozo que muestran, con un alto contenido emocional dichas contradicciones, ‘#Unicornios’ se siente como una obra potente y, a la vez, cruda.