‘SOFT & QUIET’ O CÓMO RENACE EL MAL

La vida de Emily (Stefanie Estes) como profesora de párvulos en una ciudad de EE.UU. Una tarde, decide iniciar un club con mujeres de la zona para compartir sus ideas afines y crear comunidad. Una comunidad para hacer unión, para no sentirse solas, pare entenderse entre ellas. Un entendimiento que, acabada la reunión y para celebrar lo bien que ha ido, las lleva, a algunas de ellas, a una tienda de ultramarinos a comprar vino. Una compra donde se encontrará con otra mujer de su pasado. Llevando, dicho encuentro, a una serie de eventos que reafirmarán sus ideales realizando la parte práctica de éstos. ‘Soft & quiet’ hasta que se expresan, dichos ideales, como brutales y destructores.

Una destrucción que se sirve de la criminalización de la protesta para, precisamente, justificar los conceptos que la respaldan. Una supremacía blanca cimentada en un pasado horrorífico y glorificado por el club de Emily.

Dichas mujeres usan razonamientos disminuyendo las protestas y desligándolas de la racionalidad que hay detrás para, en ese desprendimiento racional, cubrir sus propios ideales racistas con aquello que les ha servido, precisamente, para desligarlas. Como dice Alice (Rebekah Wiggins): no es que sólo black lives matter, sino que all lives matter.

Un razonamiento que este grupo de mujeres lleva hasta el extremo ejerciendo violencia sobre aquellxs que, como Lucía Lijtmaer describe en su libro ‘Ofendiditos. La criminalización de la protesta’, son, precisamente, ofendiditos.

Violencia, verbal y física que, conforme transcurre la película, vas viendo como se engendra un monstruo que siempre ha estado ahí y que ha sobrevivido porqué ha sabido modificar su razón de existir a los tiempos que lo envuelven.

Beth de Araújo presenta, en un film modesto, cómo las ideas y conceptos fascistas y dictatoriales germinan en la sociedad actual. La directora nos lleva al lugar de observadorx de dicho renacimiento del mal en un travelling continuo donde lo que se dice y lo que se hace es visualmente aterrador.

‘Soft & quiet’ son nuestras protestas criminalizadas por fascistas.

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