’VORTEX’ O CÓMO LLEGAR AL OCASO DE UNA VIDA

Un matrimonio en la tercera y cuarta edad. Un ático lleno de libros, de conocimiento. Levantarse una mañana y dejarse la cafetera en el fuego, con el peligro que conlleva, mientras tu marido intenta escribir un libro sobre el cine y los sueños, y el lazo entre éstos dos. Salir a la calle a comprar sin recordar qué comprar ni a donde ir ni de donde vienes. La historia de Lui (Dario Argento) y Elle (Françoise Lebrun), la historia de cuidar y cuidarse, del ocaso de una vida, del recuerdo y del olvido. Es justo ese ‘Vortex’.

Un vortex que aborda una imagen, una perspectiva, unas vivencias conjuntas divididas por un ente personalizado de cada punto de su historia: del cuidar y el cuidarse, de la memoria y del olvido, del encontrarse y desvanecerse. Una imagen, una pantalla que muestra la angustia de verlo todo, desde todas las perspectivas, sabiendo que estamos perdiendo algo.

Una pérdida ocasionada por la mente. Esa misma mente que nos miente, que nos borra, que nos aleja de lo nuestro, del lugar que ocupábamos en el mundo, como Elle (Françoise Lebrun). Un lugar definido ahora por el Alzheimer, por la demencia.

Lugares que, mentales y/o físicos, se van difuminando en el tiempo. Un tiempo que nos encasilla. Un tiempo que es finito. Un tiempo que acaba por vaciar de significado nuestros propios significantes, como le sucede a Lui (Dario Argento) y a Elle (Françoise Lebrun).

Un ‘vortex’ —el espacio-tiempo que se filma en la última película de Gaspar Noé— para mostrar, de una manera magistral e inusual para la cámaraescritura del director, nuestra ocupación en un espacio-tiempo concreto y los significados y significantes que integramos en ello, a la vez que muestra la fragilidad de dicha construcción social, sobretodo en nuestros últimos años de vida.

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