La disposición estética de los cuerpos en sociedad es una constante en nuestras vidas, pues la imagen se ha convertido en un presente. Más bien, la buena imagen se ha convertido en un obligado social, dictada por una estética que subordina nuestra forma y nuestra propia existencia de nuestra imagen a una función. Función pluralista y, a la vez, con condiciones.
Sobre gustos no hay nada escrito. O casi. Pierre Bourdieu escribió sobre ellos, asegurando una relación entre buen gusto —inexistente, al igual que el mal gusto— y clase social del individuo. Predeterminaciones sociales antepuestas en nosotrxs según nuestro entorno pasado, presente y futuro.
“Ta Peau si lisse” es un ensayo audiovisual sobre cómo vivimos nuestra corporeidad y el modo en que vemos las restantes. Es la muestra de que una imagen no corresponde con el ser, pues la vida de los seis hombres culturistas desfigura la idea del propio culturismo. Nos muestran sus imágenes corpóreas, pero también su vida. Vida dentro de la que el culto al cuerpo —cual escultura griega— es predominante, pero no inunda la existencia de estos hombres.
De este modo, la intención artística del buen cuerpo es el principio de vivencia que subordina los valores del arte de vivir. Al igual que en el espectador de esta obra audiovisual, el cual ve la corporeidad mostrada en pantalla como algo ajeno pero, a la vez, insertado en los límites de nuestros propios cuerpos. Cuerpos antojados a nuestros gustos, los cuales nos unen o separan como personas.
Gustos con capacidad para mostrar un estilo de vida en el contexto social y modificar o perpetuar nuestras prácticas llevando la apoderación de los cuerpos propios y ajenos a espacios, físicos y mentales, donde éstos no tienen cabida.
Nuestra piel es simplemente un límite físico; una imagen de nosotrxs. El uso y la apreciación que hacemos de ésa imagen no pertenece a nosotrxs, pues se configura a través de nuestros entornos.
Sólo nos queda preguntarnos si lo que vemos es lo que es.