‘LES RENCONTRES D’APRÈS MINUIT’ O CÓMO LA NOCHE ES UN RITUAL TRANSFORMADOR

Medianoche. En cualquier lugar de Francia, en la actualidad, una joven pareja y su criada travestida preparan una orgía con unos invitadxs de lujo: la puta (Julie Brémond), la estrella (Fabienne Babe), el adolescente (Alain-Fabien Delon) y el semental (Eric Cantona). Invitados que, al igual que ellxs, tendrán que desnudarse simbólicamente para satisfacer aquellos placeres carnales. Placeres que invaden los deseos primarios de las personas. Personas que, en un intento desesperado de buscar respuestas a las preguntas primarias, utilizan el amar y amarse como metodología para llegar a éstas. ‘Les rencontres d’après minuit’ pueden guardar algunas.

Encuentros, después de medianoche, que albergan cuatro visiones; cuatro perspectivas sin respuesta pero, en el fondo, perspectiva. ‘La vida es una pregunta sin respuesta y no hay respuesta más honesta, calcula esta resta’ como decían doble V podría ser un bonito interludio. 

Visión de madurez. De ser adulto; de un ser adulto, que no es lo mismo. Pertenecer a algo o alguien, ese sinónimo de posesión que imponemos y obedecemos, a la vez,  como ser inerte de una sociedad ajustada, reglada. Una edad que delimita ficciones, un ser adolescente.

Visión falocéntrica. De aquello penetrado y con qué se penetra. Obviar lo interno para apreciar lo estético. Un juego de egos medible y socialmente aceptado; interiorizado. Un deseo dirigido por la sociedad. Una visión que impregna otras y que subyuga a la mayoría de personas.

Visión carnal. ‘Nacimos solos, follamos solos’ como dice la puta (Julie Brémond). Una búsqueda mal realizada: el amor donde habita el deseo. Donde sólo habita el deseo. No es amor. El deseo puede ir guiado por el amor pero el deseo no conlleva amor. Amar y amarse es un deseo primario de la persona.

Visión pasional. Pasión como motor. La pareja, Matthias (Niels Schneider) y Ali (Kate Moran), como sinónimo de un ‘para siempre’ y de la muerte como aquello absoluto: dos extremos que se tocan, se entienden como lo mismo.

Armonizando estas visiones, el ánimo individual. Una expresión musical llevada a cabo por una maquina que los expresa sonoramente. Unos sonidos que, donde no llegan las palabras, ellos producen sus efectos. Una orgía limitada por los cuerpos y las palabras, inconexa en sus acciones pero unida por el sentido sonoro.

Yann Gonzalez, en su largometraje de debut, nos lleva a un encuentro transformador. Encuentro donde la muerte se toma como algo absoluto, el amor como aquello que une, el deseo como lo que impulsa, y el concepto de ‘para siempre’ como efímero. Una viaje audiovisual chamánico y futurista sobre la pr(esencia) del ser humano.

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