Barba azul, Ciudad de México. Un cabaret donde las mujeres bailan con los hombres que se lo pueden permitir. En el piso de arriba, en los baños de damas, Doña Olga —apodada La Mami—escucha los secretos y las confidencias de unas mujeres aceleradas y necesitadas por la ciudad; por el Mexico contemporáneo. Un México que lleva a una mujer a tener que bailar con esos hombres para pagar la quimioterapia de su hijo. Unas supervivientes amarradas a sus contextos. Un espacio, el servicio de damas del Barba Azul, donde entrelazar confidencias. Espacio reinado por ‘La Mami’.
Espacio donde, para huir del ajetreo de la Ciudad de México, poder pintarse la cara; ponerse una mascara; cubrir aquello que somos para deslumbrar lo que les gusta a los otros. Un espacio donde, al mismo tiempo, esa máscara no cubre, entre ellas, entre las reinas del Barba Azul, lo que verdaderamente son; no cubren, entre ellas, sus historias.
Historias que se entrelazan, que sirven de aprendizaje, que plantean sus papeles sociales, familiares e individuales. Historias que hacen la constitución de sus identidades diversas y, al mismo tiempo, idénticas. Una máscara de maquillaje que, en el fondo, también forma parte de ellas, de su identidad.
Laura Herrero Garvín nos sitúa con Mami, a su lado, en el baño del cabaret Barba Azul de la Ciudad de México. Nos hace cómplices de esas conversaciones íntimas en un espacio donde la complicidad, ya sea a través de las palabras o a través de los silencios compartidos, son la principal vía de comunicación, de salvaguardarse, de sobrevivir al México contemporáneo.
Con unas imágenes prolongadas en el silencio y altamente llenas de significado, el documental de Herrero, nos permite ver más allá del maquillaje; más allá de lo corpóreo.
‘La Mami’ es una muestra de quien realmente gobierna el mundo.
Cinematismo 