Doblando cajas de pizza para sobrevivir. En un sótano, su hogar. Una familia intenta sobrevivir —y buscar wifi— en Corea del Sur. Cada día es un día de supervivencia, un día de resistencia para la familia de Gi Taek (Kang-Ho Song), hasta que un amigo de su hijo (Woo-Sik Choi) le ofrece dar clases de inglés a la hija de los Park (Ji-so Jung). Familia adinerada del sur de Corea. Es, a través de este hecho, cuando las dos familias dispares inician una interactuación sin saber bien bien quién es el organismo vivo que vive sobre un organismo huésped.
La fundamentación del término de familia coreana está basados en valores confucianos. Estos se fundamentan en un esquema de organización social establecido por la dinastía Choson del siglo XIV hasta principios del siglo XX, y está fundamentado en cinco relaciones confucianas. La del soberano con el súbdito, la del padre con el hijo, la de la esposa con el esposo, la del hermanx mayor con el menor, y las relaciones entre amigos.
Con la inclusión del capitalismo, dichas relaciones se han comercializado haciendo que el capital entre en espacios antes dominados por lo privado y que ahora se han vuelto propiedad de unas lógicas que superan al propio ámbito creando relaciones interdependientes. Interdependientes pero sin ningún fundamento de base más que el capital.
Relaciones interdependientes basadas en el capital que llevan a Kim Ki-Jung (So-dam Park) a ser la profesora artística del hijo menor (Hyun-jun Jung) de la familia Park por recomendación de su hermano, jugando un rol social que no es el suyo; no es el que le han dado ni el que le ha tocado vivir. Rol que le ayuda a introducir al padre (Kang-ho Song) como chófer de la familia Park y, finalmente, a introducir a la madre (Hye-jin Jang) como sirvienta, después de deshacerse astutamente de la anterior.
Con la buena relación entre la familia de Ki-Taek y el capital, las relaciones interdependientes con la familia Park se ven fundamentadas en una interactuación bien mediada y correspondida, aunque la única correspondencia que exista es el cambio de dinero de una mano a otra, como, en cierto sentido, hacen los Park entre ellos: una burbuja monetaria donde la relación entre soberano y subdito, padre e hijo, esposo y esposa, hermanx mayor con el menor y las relaciones entre amigos se dan al mismo nivel, pero en otro espacio social.
Espacio social, el de los Park, mediado por el capital y, capital, que les hace mediar en dicho espacio con unos roles anestesiados, fundamentados en relaciones interdependientes descafeinadas sin una inclusión real en dicho espacio; artificial y fría como la casa en la que viven.
Espacio social que, al interactuar con la antigua sirvienta de los Park (Jeong-eun Lee) no se ve racionalizado por relaciones confucias sino más a las ordenes del capital, pues tanto ésta y su familia como la familia de Ki-taek median a través de éste.
Joon-ho Bong nos enseña los sótanos, los apartamentos de los barrios pobres y las mansiones resultado de unas interactuaciones sociales mediadas por el capital. Un capital que te puede llevar de la risa a la tristeza, de la vida descafeinada a una vida doble espresso, de cumplir un rol determinado a realizar uno que no depende completamente de ti, de una ilusión a un sueño y de ese sueño, una pesadilla. Joon-ho Bong hace que nos montemos en una montaña rusa visual, auditiva y olfativa para demostrarnos que, como decía la Lupe, ‘lo tuyo es puro teatro’: ahora más que nunca ya que la mediación del capital ha inundado nuestros espacios privados.